Hoy, por fin, puedo escribir un poco más sobre la conmemoración del martes pasado: el DÃa de la Reforma. Quiero hacerlo comentando un aspecto no tan bien conocido de este histórico acontecimiento. También quiero rescatar que este aspecto particular de la Reforma benefició a todas las partes; inclusive al mismo catolicismo. Veamos…
Se conmemora que hace 506 años, según la tradición, MartÃn Lutero, fraile agustino, clavó en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg, ciudad de cuya universidad era miembro de la facultad de teologÃa, unas tesis de debate sobre las indulgencias.
Lo que motivó a Lutero a escribir estas tesis de debate fue la práctica de la venta de indulgencias que el arzobispo de Maguncia, el pÅ•incipe Alberto de Brandenburgo, habÃa implementado. La razón explÃcita era contribuir a la construcción del entonces nuevo edificio de la BasÃlica de San Pedro, en Roma. Pero la razón oculta era amortizar un préstamo que Alberto adeudaba a la banca Fugger. Alberto ya era arzobispo, y querÃa otro arzobispado más. Estaba prohibido, asà que una dispensa del papa era necesaria, y el pedido de dispensa debÃa ser «convincente». El «convencimiento» eran unos cuantos millones de ducados florentinos de oro, equivalentes a varios millones de dólares de la actualidad. Para poder pagar el préstamo, Alberto implementó la venta de indulgencias, cuya recaudación iba, el 50% a Roma para la BasÃlica, y la otra mitad a los Fugger directamente como amortización del préstamo.
Que las indulgencias, algo que tiene que ver con la salvación eterna, fuese objeto de comercio, compra y venta, fue algo que escandalizó profundamente a Lutero y lo llevó a concluir que la misma institución de las indulgencias no tenÃa razón de ser en la revelación cristiana, y lo expresó en las tesis de debate que desencadenaron la Reforma.
Detrás de todo eso está algo que hoy nos parece inconcebible: la simonÃa: el intercambio de bienes espirituales por dinero. En la vieja Europa medieval, la Iglesia no solamente era un poder espiritual, sino además era un poder polÃtico. Estar al frente de alguna parroquia, capellanÃa, o diócesis era garantÃa de tener un ingreso asegurado; era como acceder a un cargo en alguna binacional de por vida, bien pagado. Y por tanto esos cargos se vendÃan al mejor postor, y los ocupaba quien podÃa pagarlos. La simonÃa, y los enormes sobornos que se pagaban como parte de ella, fue uno de los grandes factores que estuvo detrás de la Reforma.
Y esto lo quiero rescatar en este paÃs, que se autopercibe como uno de los más corruptos del mundo. La corrupción puede ser tolerada por un tiempo, pero si no se enfrenta puede generar un estallido o un movimiento tan decidido al cambio como lo fue la Reforma protestante.
Si hay un aporte que puedo señalar de la Reforma a nuestra cultura, es este: señalar el carácter extremadamente tóxico de la corrupción institucional.
Hoy suena muy rara y extraña la simonÃa, y eso es producto de la Reforma Protestante. Siempre hubo crÃticas a esta práctica, y la Reforma motivó al Concilio de Trento a disponer la plena supresión de la práctica en la iglesia católica romana, algo que se hizo realidad con los años. Asà que, este aporte de la Reforma benefició inclusive a nuestros queridos amigos católicos.
Recordemos hoy el inmenso perjuicio que implica la corrupción y asà como Lutero, dispongámonos a combatirla tanto en sus causas como en sus efectos.
«Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente» (Deuteronomio 27:25)
Gracias por la reflexión.
Sin duda un llamado a qué nos posicionemos claramente frente a la corrupción reinante.