Se conmemora que hace 506 años, según la tradición, MartÃn Lutero, fraile agustino, clavó en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg, ciudad de cuya universidad era miembro de la facultad de teologÃa, unas tesis de debate sobre las indulgencias.
Que las indulgencias, algo que tiene que ver con la salvación eterna, fuese objeto de comercio, compra y venta, fue algo que escandalizó profundamente a Lutero y lo llevó a concluir que la misma institución de las indulgencias no tenÃa razón de ser en la revelación cristiana, y lo expresó en las tesis de debate que desencadenaron la Reforma.
Detrás de todo eso está algo que hoy nos parece inconcebible: la simonÃa: el intercambio de bienes espirituales por dinero. En la vieja Europa medieval, la Iglesia no solamente era un poder espiritual, sino además era un poder polÃtico. Estar al frente de alguna parroquia, capellanÃa, o diócesis era garantÃa de tener un ingreso asegurado; era como acceder a un cargo en alguna binacional de por vida, bien pagado. Y por tanto esos cargos se vendÃan al mejor postor, y los ocupaba quien podÃa pagarlos. La simonÃa, y los enormes sobornos que se pagaban como parte de ella, fue uno de los grandes factores que estuvo detrás de la Reforma.
Y esto lo quiero rescatar en este paÃs, que se autopercibe como uno de los más corruptos del mundo. La corrupción puede ser tolerada por un tiempo, pero si no se enfrenta puede generar un estallido o un movimiento tan decidido al cambio como lo fue la Reforma protestante.
Si hay un aporte que puedo señalar de la Reforma a nuestra cultura, es este: señalar el carácter extremadamente tóxico de la corrupción institucional.
Hoy suena muy rara y extraña la simonÃa, y eso es producto de la Reforma Protestante. Siempre hubo crÃticas a esta práctica, y la Reforma motivó al Concilio de Trento a disponer la plena supresión de la práctica en la iglesia católica romana, algo que se hizo realidad con los años. Asà que, este aporte de la Reforma benefició inclusive a nuestros queridos amigos católicos.
Recordemos hoy el inmenso perjuicio que implica la corrupción y asà como Lutero, dispongámonos a combatirla tanto en sus causas como en sus efectos.
«Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente» (Deuteronomio 27:25)
Se cuestiona la integridad espiritual. Si esta persona se cambió a la otra carpa, es porque nunca realmente fue un creyente; nunca fue cristiano, nunca fue evangelizado. Es un inconverso como lo demuestra su paso a la otra carpa.
Se cuestiona la integridad personal. No he visto mucho de eso en esta ocasión, pero es otro argumento común en casos similares. Se va a la otra carpa porque no puede vivir con la santidad suficiente, o porque en el otro lado se siente mejor (le «llena»), o porque hubo algún gancho poco honesto (pareja, dinero, similares).
El Espacio Teológico sobre Predestinación, desarrollado el pasado viernes en el Seminario Presbiteriano del Paraguay, transcurrió muy bien. Como participantes estuvimos, primeramente dos recientes egresados del Seminario —los licenciados Maciel Palacios y William Busto— junto con este servidor.
Luego le tocó el turno a William, quien habló sobre la historia de la doctrina, empezando desde Justino Mártir, para luego mencionar las contribuciones de San AgustÃn, Santo Tomás de Aquino y Juan Calvino.
Tengo el privilegio de ser uno de los ponentes en esta conferencia sobre la doctrina reformada de la predestinación, que se realizará esta noche. Si están por la zona de Asunción, les espero. Acceso libre.
Pueden leer la reseña en este enlace. Para traducirlo al español recomiendo usar los traductores de Google o Bing (en mi experiencia, el de Bing es mejor). Espero les sea útil.
Herman Bavinck (1854-1921). Tomado de la carátula del tercer volumen de su Dogmática.
Algunos me preguntaron si la doctrina calvinista de la expiación limitada es mero fruto de la especulación. PodrÃa haber articulado algún tipo de respuesta, pero preferà ir a la fuente y citar a uno de los más distinguidos teólogos, Herman Bavinck (1854-1921). En el tomo 3 de su dogmática, en el cual trata acerca de la obra de Cristo, considera la abundante evidencia bÃblica para la expiación limitada, y explica los textos en donde se habla de una expiación presuntamente universal. Luego de su examen bÃblico, pasa a considerar las implicaciones de la doctrina. De esta sección paso a transcribir el siguiente texto. Creo que estará claro que aquà estamos frente a una sólida y sobria reflexión teológica, lejos de cualquier especulación abstracta. Bavinck exhibe aquà las implicaciones claras de lo que la Biblia dice.
Los universalistas, por tando, tienden a disminuir el valor y el poder de la obra de Cristo. Lo que ganan en cantidad —y esto sólo en apariencia— lo pierden en calidad […] Todos quienes enseñan una expiación universal deben llegar a las mismas conclusiones. El centro de gravedad se ha desplazado, ha salido de Cristo para ubicarse en el cristiano. La fe es la verdadera reconciliación con Dios.
Este año que termina ciertamente ha sido desafiante (nada raro; no hay nada nuevo bajo el sol). Tuve muchas luchas en mi rol de docente. La pandemia y el uso de plataformas digitales ciertamente han posibilitado el aprendizaje a distancia, pero las exigencias puestas sobre los hombros de los docentes son mucho mayores, para resultados cada vez menores.
Pesebre navideño en la casa de los Montero. Nótese el increÃble nivel de detalle. FotografÃa de mi hermana, Cristina.
Este libro deberÃa ser lectura obligada para todo estudioso de la historia de la Iglesia en la modernidad.
El evangelio de la prosperidad es uno de los cánceres agresivos que aquejan a la iglesia de hoy. Inspirado en el New Thought del curandero Phineas Quimby, mediado por E.W. Kenyon y luego popularizado por el predicador neopentecostal Kenneth Hagin y sus discÃpulos, es una mezcla de misticismo oriental con trascendentalismo norteamericano, que enseña, entre otros distintivos, lo siguiente:
La prosperidad financiera es un imperativo del cristiano.
El bienestar financiero de una persona es función de su relación con Dios y su nivel de «fe».
La pobreza o carencia de medios es señal de una mala vida espiritual o falta de fe.
El cristiano puede acceder a nuevos niveles de espiritualidad y prosperidad mediante visualización, palabras de fe («decreto que…», «declaro que…»).
La praxis del dogma tiene consecuencias sociológicas condicionadas
En segundo lugar, se debe entender un hecho fundamental de la sociologÃa de la religión y especialmente de su análisis del protestantismo: la praxis del dogma tiene consecuencias sociológicas. En el caso del calvinismo de la modernidad –compartido con otras corrientes prevalecientes en el norte de Europa– el dogma calvinista, especialmente el resumido en los Cánones de Dordt (1619-1620) por supuesto que fue determinante para configurar el impulso a la acumulación de riqueza como señal de elección del creyente. Es cierto y lo admitimos.
Ahora bien, que esta circunstancia sea cierta no implica que tal consecuencia sea inevitable, que se deba dar siempre, y que sea una consecuencia necesaria. Es un producto del dogma, sin duda; pero no solamente del mismo, sino además de un conjunto especÃfico de circunstancias históricas, polÃticas y sociales propias de un tiempo determinado que ya está en el pasado. Hoy dÃa, este dogma calvinista dudo mucho que pudiera producir las mismas consecuencias.
En tercer lugar, se debe entender que aun concediendo semejanzas, hay enormes diferencias. Más allá de las diferencias de doctrina general, que son enormes y fácilmente discernibles, entre el neopentecostalismo de la prosperidad y la fe reformada, hay diferencias profundas entre los impulsos de prosperidad observables en ambos casos.
Más aún, el evangelio de la prosperidad indica que se debe decretar, reclamar y exigir la prosperidad mediante palabras de fe que tiene un poder mágico, como si de un conjuro se tratara. El calvinismo jamás siquiera insinuarÃa tal cosa. ¿Es entonces el calvinismo igual al evangelio de la prosperidad…?
Muchos se deleitan tanto con el mármol, el oro y las pinturas, que parecen trasformados en piedras, convertidos en oro, o semejantes a las imágenes pintadas. A otros de tal modo les arrebata el aroma de la cocina y la suavidad de otros perfumes, que son incapaces de percibir cualquier olor espiritual…
[A]unque la libertad de los fieles respecto a las cosas externas no debe ser limitada por reglas o preceptos, sin embargo debe regularse por el principio de que hay que regalarse lo menos posible; y, al contrario, que hay que estar muy atentos para cortar toda superfluidad, toda vana ostentación de abundancia — ¡tan lejos deben estar de la intemperancia! —, y guardarse diligentemente de convertir en impedimentos las cosas que se les han dado para que les sirvan de ayuda.
Calvino, Institución de la religión cristiana, III:x,3-4
Weber señaló correctamente (en mi opinión) que una vez producida la riqueza, pero quedando esta sin ser disipada en lujos y ostentaciones, se debió ver modos de emplearla de manera provechosa; y esto dio nacimiento al capitalismo, como una respuesta a la pregunta: «¿Cómo puedo hacer trabajar bien mi plata?». De este modo, las sociedades de los paÃses protestantes noreuropeos pudieron financiar varias empresas de gran envergadura, tales como la exploración y comercio con los paÃses de Asia, o la financiación de obras públicas, el mercado secundario de capitales, o el fomento y apoyo a la investigación cientÃfica; lo que finalmente se tradujo en progreso y prosperidad para todos.
Insisto en que cada persona tiene derecho a su convicción, y a desaprobar posturas que no coinciden con la misma. Pero creo que para ello es importante usar de la honestidad cristiana en la caracterización de la postura desaprobada, y que la crÃtica se dirja a esta postura y no a un a caricatura, un hombre de paja, un espantapájaros.
Libro: Bartholomew, Craig G., y Goheen, Michael W., Christian Philosophy: A Systematic and Narrative Introduction. Grand Rapids: Baker Academic, 2013. Traducción del tÃtulo al español:FilosofÃa cristiana: una introducción sistemática y narrativa. Formato de la recensión: electrónico. Páginas de la edición fÃsica: 302 Enlace al libro en Amazon:Libro en Amazon
En la actualidad inmediata el ánimo ya no es tan desalentador. Hay intentos de traducción de obras serias de filósofos tales como Alvin Plantinga, Nicholas Wolterstorff, o el querido profesor John W. Cooper. Pero aun asÃ, en el campo de la filosofÃa con orientación protestante, prácticamente todo está por hacerse en el ámbito hispano.
La primera parte tiene solamente dos capÃtulos, pero creo que aquà está una de las mejores contribuciones del libro. Sin ser una palabra definitiva sobre la cuestión, en dos capÃtulos trata de presentar a la filosofÃa como ciencia intelectual, por un lado; y por el otro, trata de justificar el valor de una filosofÃa como saber cristiano y como labor cristiana. El tono amigable y narrativo conspira en parte contra una justificación intelectual plena, pero al menos es un intento admirable.
A tal efecto, los autores dividen al pensamiento calvinista en dos escuelas: una, principalmente angloamericana, marcada por la epistemologÃa y la filosofÃa analÃtica; y por el otro lado, una filosofÃa de tipo continental, gestada bajo las influencias de Husserl y el hegelianismo, representada por Dooyeweerd y Vollenhoven, conocida como filosofÃa reformacional.
Finalmente, la conclusión reafirma las ideas presentadas e invita a hacer filosofÃa, destacando la necesidad de que más cristianos tomen en serio a la disciplina. Luego le sigue una interesante bibliografÃa anotada para lectura adicional.
Una de las mejores caracterÃsticas de este libro no es especÃficamente su texto principal, sino las notas al pie: están llenas de referencias que animan a la lectura de fuentes primarias y secundarias. Por tanto, aun cuando este libro pudiera no ofrecer mayor valor al lector con cierta formación intelectual, sin embargo brinda excelentes sugerencias para ampliar el estudio.
San Pablo nos recuerda en su carta a los Tesalonicenses que los acontecimientos del fin se darán de manera «repentina» e inevitable, de manera que nadie podrá escapar a ellos. En otras palabras, estamos hablando de algo inminente; no sabremos cuándo sucederá, pero sabemos que no hay condición o requisito alguno que impida tal suceso. El Señor puede venir hoy mismo, al segundo siguiente, o dentro de mil años (2 Pedro 3:8–10). Es igual.
Entonces cabe la pregunta: ¿estamos preparados? San Pablo nos dice que somos hijos de la luz; no pertenecemos a las tinieblas y en consecuencia, la actitud correcta ante la venida del Señor puede considerarse bajo dos aspectos:
«Velemos». Es decir, «no durmamos como los demás». No nos dejemos engañar. No nos dejemos llevar por cantos de sirena, por «doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error» (Efesios 4:14). Al contrario, hay que vigilar firmes, constantes, en la verdad, listos para la batalla; con fe, amor, y la esperanza de salvación como protecciones firmes y seguras.
Finalmente el Apóstol nos recuerda nuestro destino final: estar con Jesucristo. Y mientras le esperamos, nos recuerda nuestra tarea como miembros de la iglesia:
Animar y edificar; sostener y crecer. Cristo ya viene; pero mientras llega, animando y edificando ya construimos su Reino en la Tierra, y anunciamos su Evangelio al mundo que lo rechaza. Vigilemos y seamos sobrios, para asà cumplir fielmente su voluntad.
Efectivamente, el salmo habla de un niño pequeño, como dijimos, completamente confiado en el tierno cuidado de su madre; una ilustración clásica del amor infinito de la maternidad. Pero la imagen no es la de un niño contento, satisfecho y amamantado, sino todo lo contrario.
Como siempre, la Biblia tiene formas de apuntar a realidades durÃsimas con suma franqueza, y aquà tenemos un claro ejemplo. Este niño, rodeado del sublime amor de su madre, no está contento. No está feliz. Está destetado. Esa es la palabra empleada en el original: destetado. Su forma habitual de alimentarse y relacionarse con su madre, terminó. Ya no sigue más. Aquello que era conocido y seguro, su refugio en donde podÃa hallar alimento y afecto, le fue arrancado, y ya no podrá volver a hacerlo nunca más. Como dice el diccionario en una de sus acepciones, es «apartar a los hijos de las atenciones y comodidades de su casa para que aprendan a desenvolverse por sà mismos».
No hay forma de evadir esta realidad. Es un cambio traumático, brutal, durÃsimo. Es la vida que avanza, y que exige cortes y negativas. Por parte del niño, implica dolor, molestia, enojo, y sensaciones de abandono.
Esa es la experiencia que nos toca vivir cuando alguien cercano y amado nos deja. Solo queda el vacÃo, y las ansias de algo que ya nunca más experimentaremos. Una sonrisa, una palabra de cariño, nuestro nombre pronunciado por ese ser amado, el sonido de su voz, su mirada, su ánimo; cosas conocidas, pero que nos han sido destetadas, arrancadas, eliminadas. «Como un niño destetado de su madre, como un niño destetado está mi alma».
La Palabra de Dios nos indica que una solución efectiva es aferrarnos a la esperanza. Como nos dice el versÃculo 3: «espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre». Porque Él nos promete que algún dÃa, alguna vez, todo dolor va a pasar. Mediante el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, Dios «enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido» (Apocalipis 21:4, BLPH). Hoy la muerte pudo tener una victoria momentánea, pero va a llegar ese dÃa en el cual, mediante la preciosa sangre de Jesucristo, nuestro Señor, esto se va a acabar, y la muerte se irá para nunca más volver. Tenemos esperanza (1 Tesalonicenses 4:13) gracias a Cristo Jesús.
A diferencia de ese discurso falso y triunfalista, la Biblia nos habla con la verdad cruda. ¿Gozo? No; aflicción es lo que hay, y en gran manera. La aflicción de un corazón roto; de ver a un ser querido irse intempestivamente, sin haber dado una palabra de adiós. La aflicción de ver necesidad, dolor, enfermedades, alrededor nuestro sin poder dar siquiera una respuesta. La aflicción de saberse objeto de incomprensión o de prejuicios, de murmuración, de maldad, de intrigas. La aflicción de saber que el ser amado se aleja de nostros. La aflicción; esa es nuestra parte en la vida, «en gran manera».
Es bueno reconocer esto. Es bueno reconocer que muchas veces no estamos bien. No precisamente para recibir compasión o empatÃa (esa palabra tan prostituida) de otras personas; sino para ser sinceros, ir con la verdad, y mostrar a otros que el cristianismo no es una droga, una pÃldora, un sedante emocional que nos atonta y nos calma el dolor sin atacar la causa. El cristianismo es gozo y paz, sin dudas; pero para llegar allà tenemos que pasar por el valle de la sombra de muerte, el valle del dolor. En el mundo, dice el Señor, tendremos aflicción.
En segundo lugar, ante la aflicción que vivimos en esta vida, la respuesta del salmista es suplicar a Dios. Este ruego es claro: «vivifÃcame, oh Señor». Dame vida, Dios mÃo; dame las fuerzas para seguir. Dame ganas de vivir y seguir adelante, porque sin eso no voy a durar un solo segundo. Dios, mediante su EspÃritu Santo, es el Dador de Vida (Juan 6:63); Él es quien da vida a los muertos, y llama a las cosas que no son, como si fuesen (Romanos 4:17). La aflicción, esa muerte en vida, tiene un solo remedio y es Aquel que nos da vida, aquel que es vida para nosotros.
No, amigos queridos. Dios no es asÃ. Dios es una persona que está activa y presente en el universo y en nuestra existencia. Pero sobre todo, Dios es alguien que ha hablado (Hebreos 1:1). Dios no se quedó callado. El tiene un mensaje, algo que comunicar a la humanidad. Esa Palabra es vivificante; esa palabra da vida y esperanza. Ese mensaje supremo de Dios es un mensaje de consuelo, una buena noticia de esperanza y paz. Es el mismo Dios dándose a conocer, porque la Palabra es Dios (Juan 1:1).
Esa Palabra, que vivifica, que anima, que llama a las cosas que no son, como si fuesen, determinó un momento histórico en el tiempo y en el espacio en donde se hizo carne, ser humano, y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Dios nos vivifica por su palabra; y especialmente por Jesucristo, nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero Hombre, Palabra encarnada de Dios.
En conclusión, la enseñanza de este versÃculo del Salmo es inagotable en su riqueza. Nos deja varias lecciones:
Debemos superar la idea de que en el cristianismo todo es alegrÃa, todo es bello y lindo. El cristianismo no es un cuentito de hadas. Se nos promete un final feliz; pero mientras tanto, la aflicción es dura, es cruel, y es algo por lo cual vamos a tener que pasar en algún momento.
Esta vida se da solamente mediante la Palabra. ¿Estudiamos la Palabra? ¿Buscamos conocerla, incorporarla a nuestras vidas, vivirla como una enseñanza real?
Especialmente, necesitamos esta relación real con la Palabra encarnada de Dios, Jesucristo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida (1 Juan 5:12).
La segunda bendición es que somos santos: Somos apartados, somos un pueblo apartado, adquirido por Dios para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9), santificados porque Dios mismo es santo (1 Pedro 1:15-16).
La tercera bendición es que somos amados. Dios nos amó primero (1 Juan 4:19) por su gran misericordia. Al amarnos, nos adoptó como sus hijos, hermanos de Jesucristo, miembros de la familia de la fe. Gracias a su misericordia Dios nos quiere a pesar de todo; a pesar de nuestros enormes pecados, a pesar de nosotros mismos, a pesar de que no merezcamos este amor. Pero Dios nos ama a tal punto que nos dio a su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Esta triple bendición determina ciertas prioridades. Pablo nos dice que tenemos que «vestirnos» de ciertas virtudes. Al decir que nos vistamos, está indicando la importancia de este consejo. Para un ser humano normal, la vestimenta no es un lujo; es una necesidad básica, fundamental. Carecer de lo necesario para vestirse ubica a la persona en el rango de pobreza extrema. Por tanto, vestirse es importante.
El Apóstol aquà nos indica que debemos vestirnos de misericordia entrañable, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia. Son cinco virtudes: fáciles de entender, fáciles de señalar y caracterizar, pero muy difÃciles de ponerlas en práctica. Pero asà como la vestimenta nos identifica, estas virtudes identifican al cristiano.
Si queremos mostrar que somos escogidos de Dios, seamos humildes y misericordiosos con los demás.
Si queremos mostrar que somos santos, demostremos ser mansos y pacientes, aun en los momentos más amargantes de nuestra vida.
Si queremos mostrar que Dios nos ama, vistámonos de amor y paz, y demostremos ese amor a otros.
Humildad, mansedumbre, paciencia; benignidad, misericordia, amor y paz. Este es el uniforme, la ropa del cristiano, que debe revestir su alma.
A Calvino le admiro por muchas razones; pero uno de sus rasgos que más me llama la atención es el equilibrio que logra entre la profundidad doctrinal y la moral cristiana; y dentro de esta última, por la armonÃa que logra entre las exigencias inquebrantables del servicio a Dios y la realidad práctica de la vida. Aun hoy, sigue hablando a los problemas del cristiano y la Iglesia de manera cruda, directa, pero siempre ofreciendo ayudas prácticas.
Ya es hora de que como Iglesia, sin sectarismos y sin prejuicios, aprendamos a valorarlo y a recuperarlo. Con sus 512 años, Calvino sigue hablándonos, enseñándonos, y señalando el rumbo al pueblo de Dios.
Entonces: a partir de hoy iniciamos este camino: bloguear en castellano para quienes prefieren leerme en ese idioma. Una tarea nada sencilla, pero que considero que debo hacerla.
¿Significa eso que dejo Facebook? Ya quisiera… pero no. Hay demasiado invertido en ella como para dejarla abruptamente. Pero, a partir de ahora, en vez de un posteo propio, voy a compartir un enlace a artÃculos del blog cada vez que quiera decir algo importante.
Espero contar con el apoyo y participación de ustedes. ¡Que Dios les bendiga!